
Sin más que una lágrima
al mortero inútil del camposanto
he pagado la gracia
de esta bendición despierta,
viva al saberse quieta
dentro de mi pecho,
que hasta hoy por fin reposa
de la vana ilusión
que fuera alguna vez diosa.
Marcha fúnebre
canta mi alegría
y exhuma sin temor
esta inocente pena de amor,
que lamenta tiempo perdido
y heridas abiertas.
Nada más que el vacío
de aquella que una vez
fuera nave de todos los mares,
y ahora sumergida
entre abismos de oscuridad impía.
Nada...
Y un lamento se escucha,
una canción de dolor,
un himno de esperanza
logro tocar con mi flauta
y apenas logro
descansar de mi agonía
Por Lina I. Calderón Céspedes
No hay comentarios:
Publicar un comentario